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Hacia una nueva definición de la radio

La radio ya no es solamente lo que escuchamos a través de las bandas AM, FM y Onda Corta. Es mucho más.

Ayer leí un titular que me sorprendió. En México la tercera radio más escuchada del país es Spotify. Al compartir la noticia con algunos colegas, entramos a discutir sobre la validez de llamar radio a un sistema como Spotify o Deezer. Y la historia no para ahí, pues al revisarla, encontré que si sumamos los oyentes que se conectan a otros sistemas de radio no tradicional como Rdio, SoundCloud, Apple Music o Coca Cola FM, representan también una importante porción de la audiencia.

No conozco las cifras de consumo de audio online en Colombia, pero asumo que son similares a las de México. Lo digo empíricamente, pues lo veo en mi oficina todos los días: en el piso donde trabajo hay unas 30 personas. Solamente dos escuchamos radio tradicional: la secretaria y yo. El resto de personas se la pasan todo el tiempo conectados a sus sistemas preferidos de música por streaming.

En realidad, técnicamente estos sistemas de transmisión de música por internet no son radio, pues su señal no viaja a través de las ondas hertzianas que podemos sintonizar a través de dispositivos con transistores. Pero hay otra gran verdad: la radio ya no es solamente lo que escuchamos a través de las bandas AM, FM y Onda Corta. Es mucho más.

La Real Academia Española de la Lengua define radiodifusión como la “Transmisión pública de programas sonoros a través de las ondas hercianas”. Pero esto deja por fuera a los podcasts y a las emisoras que solo transmiten a través de internet.

Entonces, ¿qué es la radio?… Me atrevería a formular una definición más acorde a nuestros días. Para mí la radio hoy es:

“Aquella señal de audio cuyo contenido está definido por un ser humano, y a la que nos conectamos para sentirnos acompañados mientras realizamos otras actividades”.

Esta definición resalta lo que la radiodifusión ha sido desde el principio, por encima de los cambios tecnológicos: compañía. Lo es desde aquella fría noche de navidad de 1906 cuando Reginald Fessenden leyó un fragmento del Evangelio de Lucas y luego tocó Noche de Paz en su violín, esperando que los marineros que estaban lejos de sus hogares se sintieran menos solos. Por otra parte, esta definición descarta a todas aquellas emisoras que se presentan como “virtuales”, pero que en realidad son playlists que alguien deja sonando eternamente sin intervenir su programación para darle un toque humano. Poner un computador conectado a internet reproduciendo un playlist  de mil canciones no es radiofónico. Lo es en el momento en que un ser humano toma esas canciones, las selecciona, les da orden, calidez, sentido y las transmite pensando en satisfacer a su audiencia.

En este sentido, Spotify sí es radio. Pues aunque podemos pedirle al sistema que reproduzca aleatoriamente canciones de acuerdo a los gustos que hemos predefinido, también hay seres humanos del otro lado del ordenador, programando, ordenando y contando historias a través de las canciones. Para la muestra, el magnífico ejemplo que dieron recientemente con su test para saber qué personaje de Game of Thrones soy, dependiendo de mis gustos musicales.

La definición que propongo también implica que la radio tradicional (aquellas enormes empresas que todavía creen equivocadamente que más antenas de transmisión en FM significan más oyentes), tiene que que hacer tres cambios fundamentales para sobrevivir en nuestros días:

1. Ofrecer contenidos personalizados:  Como ya  lo han entendido desde hace tiempo cadenas como NPR (la radio pública de los Estados Unidos), los oyentes ya no se conectan todos los días a la misma hora a escuchar los mismos programas. Por el contrario, prefieren armar sus playlists tomando aquellos audios que más les interesan y los escuchan en el momento del día en que encuentran tiempo para hacerlo. Muchas radios tradicionales creen que por cortar los audios de sus programas y subirlos en formato mp3 para que la gente los escuche en su página web, ya están ofreciendo contenidos personalizados. Error. Ofrecemos contenidos personalizados cuando nuestra radio está en la capacidad de ofrecer un sistema como NPR One, una aplicación que toma los audios de la emisora, y va aprendiendo de los gustos del usuario para ofrecerle contenidos cada vez más acordes a sus preferencias.

2. Ofrecer múltiples canales de conexión: Como decimos los radialistas apasionados, es necesario que nuestra emisora suene hasta cuando abrimos una nevera. Muchas emisoras tradicionales le han declarado la guerra a agregadores de contenido como TuneIn, pues este sistema se roba la señal de streaming de las emisoras sin pagarles un centavo, y las agrupa en un solo sitio insertando publicidad con la que ganan millones de dólares al año. Lo que hace TuneIn al robar estas señales es sin duda cuestionable. Pero indiscutiblemente es una plataforma que permite escuchar las emisoras a veces con mejores condiciones que en los propios sitios web oficiales de cada estación. Si nuestros oyentes prefieren sintonizarnos a través de agregadores de contenido como TuneIn, Spreaker o Stitcher, dejemos que lo hagan, no tenemos alternativa. Porque si les quitamos la señal de esos lugares donde ellos se encuentran, seguramente se pasarán a otra emisora que sí esté ahí.

3. Ofrecer programación dirigida a nichos: Para nadie es un misterio que internet ha generado una fragmentación de las audiencias, dando lugar a medios de comunicación cada vez más especializados en satisfacer necesidades de pequeños grupos de personas con intereses muy particulares. ¿Quién habría imaginado hace una década que hoy existirían emisoras en español especializadas en géneros como el Kpop o hablar de videojuegos? La forma en que las grandes cadenas de radio pueden sobrevivir es generando múltiples ofertas de contenido de calidad dirigidas a esos nichos, y encontrar la forma de rentabilizarlas. Desde este punto de vista, la radio tiene mucho que aprenderle a la industria editorial, que con el tiempo ha perfeccionado el arte de producir libros de alta calidad para audiencias cada vez más específicas. Para lograrlo, las cadenas radiales no necesitan costosos equipos de radiodifusión o contratar a famosas estrellas de televisión que cobrarán millones por participar en sus shows. Lo que necesitan es reclutar personas talentosas, que tengan un profundo conocimiento de esos nichos a los que van a dirigirse, y darles las herramientas necesarias para hacer programas que suenen bien. (I)

Fuente: Fundación Gabo

Enlace original de la nota:

https://fundaciongabo.org/es/etica-periodistica/blogs/hacia-una-nueva-definicion-de-la-radio

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